Más allá de EL NACIONALISMO está nuestra humanidad compartida

 

Todo lo que está aconteciendo estos días en España y en Cataluña con el #referendum me hace reflexionar hasta donde puede uno llegar por defender sus ideales, sus valores, creencias, su sentir. Este conflicto no solo es político, es también económico, social y psicológico. Y solo una visión amplia de todas estas realidades y de todas las voces implicadas nos podría arrojar luz para poder resolverlo de un modo no violento, ni a traves de la fuerza. Me temo, por todo lo que estoy leyendo en las redes sociales, que el clima es más de querer imponer la propia visión y de querer ganar esta contienda a la fuerza, y no de tratar de dialogar y saber ponerse en el lugar del otro. Y es que es más fácil dejarse llevar por el impulso de autoconservación, de defender lo que consideras que es más justo a través de la violencia y descalificación que tratar de dialogar a pesar de que sientas tu orgullo y tus ideales heridos en algún lado.

Ponerse en el lugar del otro no es fácil, sobre todo cuando los argumentos que sostiene son contrarios a tu sentido común y a tus creencias y los juicios que esgrime el otro te hieren profundamente en algún lugar porque sonsideras que no están fundamentados en la realidad que tú ves tan obvia.

Ahora quisiera entrar en el tema del nacionalismo desde una mirada psicológica que es la que más domino y es la que me hace entender las posturas de unos y de otros, porque lo que hay de fondo es lo mismo tanto por un bando como por el otro.

Para mi el nacionalismo no deja de ser algo abstracto. Es una creación, un mito, tal como bien plantea YUVAL NOAH HARARI en su libro de animales a dioses. Es un conjunto de creencias, constumbres, himnos, banderas y lengua con la cual te identificas, pero que no tiene identidad mas allá de estos constructos. Esta identificación, obedece a una necesidad psicológica del sentido de pertenencia, de sentirse parte de un grupo y compartir valoresl, ideales, de sentirse parte de un todo mayor que te acepte y te aporte seguridad. Esta necesidad de pertenencia es lo que nos permite en primer lugar idenficarnos con la familia, después con la tribu: colegas del barrio y después la estrapolamos más allá y llegamos hasta la nación. Y esta necesidad se articula no solo a través de los nacionalismos, si no a través de las religiones, los partidos políticos, el equipo de fútbol, los grupos de música. Una necesidad de sentirte unido a un grupo con el cual compartes valores, intereses y que te hacen sentir que no estás solo y que perteneces a algo más grande que tú, lo que te aporta seguridad, orgullo y grandeza. (España, Una y Grande) Pero la trampa de los nacionalismos es que, por una parte, nos aportan seguridad, orgullo y sentido de identidad; y por otra parte nos divide de aquel que no comparte tu mismos ideales. Y cuando tu identidad nacional ( religiosa, o política) entra en conflicto con la mia por compartir distintos ideales o cuanto tus intereses son contrarios a los mios surge el enfrentamiento. Sobre todo cuando crees que tus ideales son los verdaderos porque los dicta una constitución, la biblia o el Corán. Entonces te amparas en un texto para legitimar el uso de la violencia porque esa es la verdad y sentirse en poder de la verdad te da mucha fuerza para justificar tus actos.

Y esto es lo que está pasando a nivel psicológico en este enfrentamiento entre los que se sienten españoles y traicionados y los que se sienten catalanes y no respetados. En estos días las heridas pasadas, los orgullos heridos, las voces que se han sentido silenciadas claman por su derecho a expresar su identidad.

Si pudieramos mirar por debajo y desprendernos por un momento de toda esta carga nacionalista y mirarnos a los ojos y sabernos que todos somos humanos con un corazón herido, algún tipo de pacto reparador podría ser posible. De lo contrario esta guerra de identidades estallará en una batalla, aún más empecinada y sangrienta.

 

Andrés Parejo Herrera